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EL EDUCADOR COMO “INTELECTUAL ORGÁNICO”. Julián Sabogal Tamayo

 


Me propongo en esta conferencia compartirles unas reflexiones personales, a partir de un grupo de amigos que constituyen una familia en el tema que nos ocupa.  Estos amigos son Carlos Marx, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Che Guevara y Paulo Freire.  La familiaridad del Che con los primeros es clara, pero con Freire puede despertar dudas.  Por eso acudí al pedagogo crítico Peter Mclaren quien me convenció, con su libro Che Guevara, Paulo Freire y la pedagogía de la revolución, de que sí son de la misma familia. En el prólogo de este libro, la viuda de Paulo Freire, Nita Freire, se pregunta por qué Peter reúne a estos dos latinoamericanos bajo un mismo principio y se responde lo siguiente:

  La elección de Peter seguramente vio la luz cuando él admitió que admiraba a Paulo y al Che, debido, sobre todo, a que ellos habían sido los creadores de la pedagogía del amor.  … Me provoca una inmensa dicha –dice Nita–  la certeza de que Peter sigue haciendo aportaciones a la pedagogía transgresora de Paulo y del Che.  Se trata, por supuesto, de subvertir la pedagogía del establecimiento. 

Yo prefiero tratar, a este grupo de pensadores, como amigos, porque eso me permite no solamente escucharlos sino también preguntarles y, a veces, contradecirles e, incluso, regañarlos.  Como me sucedió con Marx, cuando dijo (en el capítulo XIV del tomo I de El capital) que la productividad del trabajo depende de toda una serie de condiciones naturales. Condiciones que se refieren, unas u otras, a la naturaleza misma del hombre, como la raza, etc.  Aquí, pude decirle: Marx, como se te ocurre decir que la productividad del trabajo depende de la raza, esa afirmación es una estupidez. 

Voy a tomar como punto de partida dos planteamientos fundamentales, uno de Marx y otro de Mclain, complementados por otros de la familia.  El de Marx es la tercera de las Tesis sobre Feuerbach, que dice:  La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias  y de la educación, y por tanto hombres distintos  producto de otras circunstancias y de una educación distinta, olvida que las circunstancias pueden hacerse cambiar precisamente por los hombres y que el propio educador necesita ser educado.  Esta tesis, dicho sea de paso, contradice a quienes creen que, según Marx, los seres humanos somos objetos pasivos de las condiciones objetivas, aquí está diciendo exactamente lo contrario, que tenemos la capacidad de transformar esas condiciones.

Y el planteamiento de Mclain dice: la pedagogía crítica deberá considerar a la crítica de la ideología como su centro de gravedad.  Este es también el mismo planteamiento de Freire, cuando dice: Leer críticamente el mundo es un hacer político-pedagógico; es inseparable del pedagógico-político, es decir, de la acción política que involucra la organización de grupos y de clases populares para intervenir en la reinvención de la sociedad.  Los tres, Marx, Mclain y Freire invitan a los pedagogos a mantener una posición ideológica activa frente a la realidad, invitan a cambiar el mundo. 

Para Marx, el educador no es un ser pasivo que se sitúa en determinadas circunstancias y se adapta a ellas, sino que debe actuar sobre las circunstancias, debe transformarlas.  Pero, al tiempo que actúa y transforma debe dejarse transformar.  El educador no está formado, hecho, de una vez y para siempre, sino que él o ella también es permanentemente educable.  

Por su parte, Mclain plantea que la pedagogía debe entender que se encuentra en un sistema histórico concreto, el capitalismo, que es un sistema dividido en clases y que estas tienen intereses contrapuestos.  El deber del educador, si opta por la pedagogía crítica, es ponerse del lado de las clases explotadas.  En todo caso, como lo plantea Peter, en el centro de la pedagogía crítica tiene que situarse la crítica ideológica.

Por su parte, el revolucionario italiano Antonio Gramsci hace énfasis en la necesidad del conocimiento de la historia de las categorías teóricas, al menos de las ciencias sociales y humanas:

Se está persuadido de que una verdad es fecunda solo cuando se ha hecho un esfuerzo por conquistarla, que ella no existe en sí y por sí, sino que ha sido una conquista del espíritu, que en cada individuo es preciso que se reproduzca aquel estado de ansiedad que ha atravesado el estudioso antes de alcanzarla… presentar la serie de esfuerzos, errores y aciertos a través de los cuales han pasado los hombres para alcanzar el conocimiento actual, es mucho más educativo que la exposición esquemática de este mismo conocimiento… la enseñanza, desarrollada de esta manera, se convierte en un acto de liberación.

Es decir que más inportante que exponer las categorías teóricas en su es tado actual es conocer su historia. 

En las ideas que me propongo sustentar aquí, estoy pensando en una pedagogía para cambiar el mundo.  Por supuesto, el camino por el cual se busca cambiar la realidad está plagado de obstáculos, es propiamente  un sendero a través de una montaña escarpada, que al recorrerlo cada quien tiene que poner en juego su propia creatividad.  Ese recorrido implica no solo pensar y sentir, pensentir, sino también actuar: pensentuar 

Es importante también la actitud subjetiva de los pedagogos, en los que me estoy basando, frente a la realidad.  En la presentación del libro que contiene las Cartas pedagógicas de Freire, titulado Pedagogía de la indignación, Nita Freire afirma que la esperanza es la matriz de la dialecticidad entre… la rabia o indignación y el amor.  Amor a quienes necesitan construir una vida mejor, a los que necesitan cambiar el mundo y rabia contra los que defienden y se lucran del mundo existete.  Esta idea de Freire es similar a la idea del Che en el mismo sentido.  En 1965, el Che le escribe una carta, desde África, a Carlos Quijano, del periódico Marcha, de Montevideo, donde afirma: Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.  Cuentan quienes fueron sus amigos, que el Che repetía con frecuencia esta frase: Hay que endurecerse pero sin perder la ternura jamás. En su carta de despedida de Fidel, cuando resolvió dejar Cuba renunciando a todo lo que allí poseía, dice lo siguiente:

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté: esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura. 

Esta es sin duda una declaración profunda de amor y de odio, amor a los que llama mi pueblo y odio al imperialismo.  El Che afirmó muchas veces que el pueblo latinoamericano debe unirse en el odio contra el imperialismo.  

Por qué los educadores críticos debemos comprometernos en una tarea como esta, de cambiar el mundo.  Peter Mclain se pregunta esto y responde:

¿Por qué habrían los educadores de tomarse la molestia de comprometerse con el legado del Che Guevara y de Paulo Freire, especialmente ahora que se ha declarado el “fin de la historia”?  …  Una razón es que la necesidad fáustica del capitalismo de dominar  al mundo ha generado una crisis ecológica global. Otra razón obvia, pero no menos importante, es que el bienestar económico… del que disfrutan los ricos de los países centrales está directamente relacionado con la pobreza de los países de la periferia.  

El calificativo de necesidad fáustica del capitalismo que utiliza Peter es muy preciso, ustedes que han leído a Goethe recuerdan que lo característico de Fausto era la búsqueda de sus propios intereses saltando por encima de todos los valores. 

Los educadores no tenemos la responsabilidad exclusiva de cambiar el mundo, pero sí tenemos una responsabilidad esencial en esa tarea, porque evidentemente para cambiar el mundo hay que conocerlo y este conocimiento es parte de nuestras responsabilidades, claro que la tarea no se termina con el conocimiento.   La onceava de las Tesis sobre Feuerbach, dice: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.  Podemos complementar esta tesis diciendo que para transformar el mundo es preciso interpretarlo.  Conocer para cambiar y cambiar para conocer.  El mejor camino para conocer la realidad social es buscando la manera de cambiarla.

Rosa Luxemburgo al hacer una evaluación pedagógica de la revolución rusa de 1905, escribió: un año de revolución ha dado al proletariado ruso esa ‘educación’ que treinta años de luchas parlamentarias y sindicales no pueden dar artificialmente al proletariado alemán. Además se trata de un conocimiento creado en la vida, no aprendido en los libros.  Haciendo un símil, podemos pensar que los muchachos y las muchachas de la primera línea aprendieron más en las calles sobre el significado del Estado colombiano que en cualquier curso de posgrado sobre Teoría del Estado.  Estos son fenómenos de la vida del país aún no escritos, no estudiados, que tenemos que traer al aula, tanto en el colegio como en el pregrado y en el posgrado.  Esta es la manera de contribuir a hacer la historia del país.



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